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La cultura de masas es triunfalista. Intencionalmente olvida la derrota; sólo se ocupa del triunfo. El perder tiene muchas caras. Una de ellas el 2 a 1 en el alargue, a segundos de arrancarle el empate a los suizos. Todo se vino abajo. Los únicos que ganan son los medios. Porque sus comentaristas y especialistas se encargan rapidito de explicarnos la derrota y e infaliblemente identificar a los culpables. Sólo se libra la hinchada, “… que se ha portado de maravilla”. Todos, o casi todos los demás, tienen la culpa, “… ya lo veníamos diciendo hace rato”. ¡¿Cuándo?!

La cultura de masas reconfigura rápidamente la IMAGEN: “Hay que mantener la fe, todavía hay chance, hay que ganar los dos partidos que vienen; tal vez necesitemos un “milagro”. Y muy probablemente haya gente que le pida al Señor que se nos dé el “milagro”, “…para bien y alegría de todo el país”. ¡Ay, Dios! Nos imaginamos a la gente de Honduras haciendo lo mismo, o sea, rezándole a Él para que les dé el mismo “milagro”.

El triunfalismo es un mecanismo que, dando vueltas, nos lleva a seguir la IMAGEN, es decir, a continuar CONSUMIENDO. Pase lo que pase con la Selección, el Mundial va a seguir, y tendrá un campeón. Si Ecuador no pasa esta ronda, decaerá muy poco en tal rating, pero el espectáculo apenas comienza. No habrá tanta algarabía sin nuestra tricolor, pero el mercado está asegurado hace rato, con abundantes utilidades, millones de espectadores y más millones aún de comentarios.

Con ganas de asimilar la derrota, nos fuimos a una tribuna más alegre y nos pusimos a hacer cuentas. Al partido Colombia-Grecia asistieron 40.000 hinchas cafeteros. Establecimos un promedio de $ 8.000,oo por cada colombiano/a para poder viajar a Brasil   -descontando un % justo por los miles de desplazados y asilados colombianos que hay en Brasil, país fronterizo con Colombia-: son más de 300 millones de dólares que se ha gastado esta hinchada para acompañar a su equipo.

¿Qué cantidad de cosas buenas podría hacer Cáritas con toda esa  plata? Creemos que esta cifra debe llevarnos a pensar. No es que queramos arruinarles la fiesta a los ñaños colombianos, pero en el país del norte la inequidad es una causa primordial de la violencia y del desbarajuste social y político que vive la nación hermana.

Son 5 millones de colombianos desplazados en el mundo, y 5 millones y medio son desplazados internos. Ganó el presidente Santos, con un mensaje de paz. Aquí en Ecuador hay 160 mil desplazados colombianos, y solo 60 mil han alcanzado visa de amparo. El 20 es el Día Mundial del Refugiado. Esta realidad nunca alcanzará la difusión y análisis que el que merece el deporte más masivo del mundo.  ¿Seguirá Colombia llorando sus muertos y festejando sus goles?

Cuando se pierde, la cultura de masa reencaucha rápido la IMAGEN. En eso está la hinchada ecuatoriana: dejando atrás el triunfalismo, siendo “realistas”; toca resignarnos y seguir el Mundial. Los medios de comunicación irán curando rápido la herida. Estamos aprendiendo a aceptar que cuando se juega se puede perder.

Créannos o no, nos alegraremos inmensamente si se da el “milagro”: aumentará la fe en Ecuador, y mermarán los ateos y agnósticos. Agradecemos al fútbol que nos haya acompañado en esto de aprender a perder, o mejor, a no caer en el triunfalismo que nos inculca la IMAGEN. También hay que aprender a perder. En Cáritas hemos decidido no rezar por la suerte de nuestra Tricolor: hay temas mucho más serios y graves que merecen más nuestra intención. Haremos fuerza por la Selección, porque es nuestra, es de nuestra gente, pero no meteremos en esta pasión a Jesús. ¡Animo, Ecuador!

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