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Tuvimos la oportunidad de conversar con la hermana Mónica Cembra, misionera de la orden franciscana consagrada hace más de 20 años. Ella ahora se encuentra sirviendo en la Diócesis de Babahoyo y está al frente del área de evangelización. Entre las actividades que realiza es mantener la comunicación de la diócesis, difundir las diferentes acciones que se presenta en el quehacer eclesial, aquí le presentamos el diálogo que mantuvimos con la misionera franciscana.

¿Cómo descubrió que su vida es estar en la misión?

“Pienso que no es descubrir, es permitir que Dios nos encuentre y yo no puedo decir un día exacto, pero si a través de una pregunta muy  concreta: ¿qué quieres hacer de tu vida?  Y para mí fue responder: es estar al servicio de Dios a través de los demás, sin importar el hábito, ese fue el detonante que me abrió las puertas para estar en donde estoy  y servir en el lugar donde estoy ahora”.

¿Qué experiencia le deja hasta el momento ser misionera?

“La experiencia de Dios  es muy amplia, rica y profunda. Es una experiencia que no se la puede describir con palabras, sino quizá  a través del encuentro de la cercanía con los demás. Una  experiencia muchas veces de alegría, otras veces de dolor, a veces de esa impotencia de no poder hacer algo más. En todas las circunstancias en las que nos encontramos ha sido poder descubrir cuál es la voluntad de dios y descubrir el rostro de dios en esa situación en particular”.

“Una experiencia que solo me permite decir gracias a Dios por lo que estoy viviendo,  experiencias a veces cargadas de llanto, dolor y de muchas alegrías  también. El haber dejado una familia y encontrado un montón de familias que nos han acogido como hijas. Compartir y vivir en comunidad con personas que no conocemos y a quienes llamamos hermanas y hermanos y lo sentimos como tal. Experiencia de dar la vida en el más sencillo de la vida, en la comida en el servicio, en el que tienes que tomar un bus y ceder el puesto al alguien, sufrir y estar con la gente. La experiencia de dios es resumirla  en gratitud y misericordia”.

Hay momentos de alegría y llanto, nos ha tocado vivir situaciones difíciles, sin embargo como propósito personal de vida intentar sonreír, mirar las cosas positivas a la vida  el hecho de que alguien sonría con mirarte  ya es una ganancia. Este mundo esta tan arrugado en todo, así que mi propósito de vida es sonreír a pesar de lo que se nos venga y como este; sonreír creo que esa es la carta de presentación que como cristiano y católico tenemos que presentarnos con una sonrisa, en el trabajo, en la fraternidad, en la comunidad.

¿Qué tiempo de consagrada tiene hermana?,

“Ingrese a la comunidad el 22 de abril de 1997 y  me consagre el 16 de agosto de 2004,   con el favor de Dios estoy desde allí sirviendo al señor, pienso que dios nos llama desde el vientre de nuestra madre  y desde allí estoy sirviendo al señor con todos los peros y paras de mi vida como suelo decir y mis debilidades. Jesús me agarro completa y con todo eso es pura bondad y misericordia de Dios que yo estoy aquí  y a él le tengo que dar gracias.

¿Finalmente hermana un mensaje para las mujeres?

“Decirles a las mujeres que  seamos propositivas siempre generadoras de vida como lo fue María. Mujeres que sepamos amar lo que tenemos y sepamos luchar por lo que queremos, que tengamos siempre proyectos de vida de esperanza, en la circunstancia en la que nos encontremos. Que seamos capaces de poder salir adelante de no estancarnos, de saber que siempre hay un más allá, a ser visionarias y a levantarnos de donde estemos, saber dar Dios a los demás.

Tener una propuesta de misericordia de esperanza y alegría, solo mujeres valientes somos capaces de hacerlo”, concluye la hermana Mónica Cembra.

Imagen: Ilustrativa

 

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