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Mauricio López

Muchas grandes palabras y conceptos, tales como DIGNIDAD, RESILIENCIA, EQUIDAD, etc, han sido presentados en el marco de la cumbre oficial Río+20.  Todas ellas evidentemente suenan razonables, interesantes e importantes; incluso hemos escuchado estas grandes afirmaciones en el marco del que se ha tornado en un slogan de los eventos de las ONGs en la cumbre: “OTRO MUNDO ES POSIBLE.”

En este planteamiento caben hoy casi todos los posicionamientos, y pareciera que se trivializa peligrosamente, o pierde su sentido al ser enmarcado en visiones verticales como muchas de las que hemos atestiguado aquí en estos días.  Preocupa mucho que la mayoría de estos grandes conceptos e ideales han sido ubicados en el marco de lo que se ha intentado posicionar como un paraguas común que insiste en aglutinar todo en función de sus propias intenciones: la ECONOMIA VERDE (EV).

Hemos escuchado en este contexto de la Río+20, y en los espacios de trabajo previos, cómo la EV parece que trata de acarrear consigo, persistentemente, a su fallido antecesor, el DESARROLLO SUSTENTABLE; igualmente con grandes ideales y buenas intenciones, pero también ahogado por intereses mayores, y que en esta cumbre parece haber sido sentenciado a muerte en su concepción inicial que por 20 años no pudo cumplirse.  Con estas afirmaciones no tratamos de negar o rechazar muchos de los grandes aportes de las sociedades para dar sentido y origen a estos  conceptos.

El problema que percibimos, y que se torna en la no-ética social del modelo estructural del sistema mundo hoy, es que hay entes (por llamarlos de alguna manera) que representan intereses que tienen dimensiones inigualables, y que son grupos corporativos del más alto nivel, los cuales hoy no tienen nacionalidad – tampoco la necesitan en el esquema global que se va desviando y reproduciendo hacia las propias rutas trazadas por ellos.  Estos entes, que ocultan el rostro de personas e intereses concretos, tienen tal poder de incidencia que en esta cumbre podemos olfatear por todas partes su omnipresencia desde los discursos de algunos grupos, las posiciones de algunos estados, pero sobre todo, y en ello el eje de este aporte, en la lógica CENTRO-PERIFERIA que igual que estructura el mundo económico, también incide, desafortunadamente, en el espacio de intento colectivo de Naciones y Organizaciones en diálogo dentro de esta Cumbre por el Desarrollo Sustentable.

Ya lo dijo Michael Porter en su libro “Ser competitivo,” hay naciones ganadoras y naciones perdedoras.  También lo afirmaron los autores que impulsaron la perspectiva centro-periferia (Friedman, Prebisch, y otros) en el intercambio económico que sirve de base para el modelo global actual.  El “Centro-Ganador” es el que establece el discurso dominante, sus proyecciones enmarcan las discusiones que inciden en los cambios de las estructuras globales, y genera modelos que se exportan a los países y grupos “Periféricos-Perdedores” que son vistos como incapaces y excluidos que no tienen la posibilidad de trazar por sí mismos un horizonte, y que si lo hacen fuera de los planteamientos estructurantes del Centro, se anticipa que equivocarán el camino.

Aquí en la Río+20 percibimos la noción de CENTRO-PERIFERIA en el plano de lo conceptual, donde la apuesta por la ECONOMÍA VERDE ha marcado el ritmo de las discusiones, y el cual establece los mecanismos propios del mercado como ejes organizadores de la sociedad.  Este concepto, a decir de muchos participantes, reafirma, incluso en los documentos de trabajo de la cumbre, la centralidad del esquema de agro-negocio y mega-empresa como bases predominantes para impulsar la superación de la pobreza… y todo lo demás se dará por añadidura (triste uso para tan bello concepto de la tradición cristiana).

Voces solidas e informadas hablan en la Cumbre desde la experiencia de la RESILIENCIA que se sustenta en visiones como la agroecológica, desde la afirmación de la diversidad como eje de comprensión de la realidad en un mundo complejo, y sobre todo desde la constatación de que las respuestas, si han de ser genuinamente originadas en la experiencia de RESILIENCIA, han de provenir de los propios actores de la realidad profunda y de base.  Sobre todo algunos campesinos, indígenas, y otros grupos que han tenido una relación histórica más respetuosa con la tierra, y que siguen representando la mayor proporción de la producción total para la alimentación de nuestro planeta.

Pero, y siempre hay un pero en estas cuestiones del CENTRO-PERIFERIA, el problema fundamental que percibimos está en la certeza de que las decisiones están tomadas de antemano por ese CENTRO que está aquí sin estarlo, o está aquí representado por algunos grupos y gobiernos.  Esta presencia toma fuerza en los posicionamientos que reafirman que un cambio de fondo no es necesario, que basta con reverdecer un poco el modelo que  en las últimas décadas hemos vivido, y que debemos enfocarnos en mitigar los impactos que equivocadamente son llamados externalidades (y es una equivocación porque dichas “externalidades” no son algo casual o externo, llamarlo así exime de responsabilidad a los modelos de mercado y consumo que llevan en lo más profundo su intención de sacar el mayor provecho a costa de todo y todos).

Sobre todo, estas voces tratan de convencernos en esta cumbre, que todos-as están siendo escuchados, y que asistimos a un acto de profunda democracia; cuando, estando aquí, podemos ver que las discusiones de fondo se dieron hace meses, y que se refuerza la premisa de que el crecimiento es la única salida de la crisis actual.

Hablar de CENTRO-PERIFERIA, incluso participando en la Cumbre Oficial Río+20 es alarmante, pero aún más dramático es imaginar y constatar lo que experimentan los muchos movimientos sociales, organizaciones de base, y grupos identitarios que están por su parte en la Cúpula de los Pueblos a varias decenas de kilómetros de distancia, y que tanto ellos, como sus propuestas y demandas, no parecen tener ninguna cabida de manera formal aquí en este gran evento democrático.

Si Otro mundo es posible, aquellos que llamamos más vulnerables, y que seguramente serán los más afectados por lo que será el modelo de ECONOMIA VERDE, son los que tienen en realidad mayor claridad de lo que significa la experiencia de RESILIENCIA, y deberíamos pedirles que nos eduquen en tan hermosa tarea.

Mauricio López Oropeza es con la Comunidad de Vida Cristiana Mundial y él puede ser alcanzado por su correo electrónico: mauricio(at)cvx-clc.net.

CategoryEcoteología
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