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En su última Misa matutina, el Papa nos recuerda que el cristiano está siempre en constante lección: “Elegir a Dios y no dejarse desviar por hábitos que lo llevan lejos de Él”. La invitación a confiar de Dios surge de la lectura del Salmo 1, en donde se marca una diferencia radical entre la actitud cristiana y la de quienes no poseen esta Luz.

Siendo la Cuaresma un tiempo de inspiración, debemos tener cuidado de no convertirnos en “fracasados con éxito”, adquiriendo hábitos que nos apartan de Dios, dedicando nuestros esfuerzos a recibir el elogio, y adorando “… pequeñas cositas que pasan”. Es precisamente ante esta indecisión cuando el buen cristiano elige el bien, tal como le dice el Señor a Moisés: “Mira, yo pongo hoy ante ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Hoy, por tanto, yo te mando que ames al Señor, tu Dios, que camines por sus caminos”. Que nos inspire la Luz, no el espejismo del éxito, del consumo, del falso Dios del dinero, del tener, del comprar y exhibir.

El Santo Padre reconoce que es una elección difícil; “… la elección de Moisés es la que el cristiano debe hacer cada día. Y es una elección difícil: Es más fácil  vivir dejándose llevar por la inercia de la vida, de las situaciones, de las costumbres”. Siguiendo el camino equivocado, terminamos “… sirviendo a otros dioses. Elegir entre Dios y los otros dioses, aquellos que no tienen el poder de darnos nada, sólo pequeñas cositas que pasan. Y no es fácil elegir, nosotros tenemos siempre esta costumbre de ir un poco donde va la gente, un poco como todos. Como todos. Todos y nadie”.

Esa existencia híbrida, carente de identidad, mezcla de éxito y soledad, de seguridad y vacío, es el estado de las almas que no saben elegir y se dejan llevar por las apariencias, por el consumo, por el tener más para ser más. Afortunadamente, “… la Iglesia nos dice: ‘¡Detente! Detente y elige’. Es un buen consejo. Y hoy nos hará bien detenernos durante la jornada y pensar un poco: ¿cómo es mi estilo de vida? ¿Por cuáles calles camino?”

El Papa finalizó su mensaje haciendo alusión al Evangelio del día, en el que Jesús dice a sus discípulos que de nada vale que un hombre gane el mundo entero pero se pierda o se arruine a sí mismo: “Un camino equivocado es el de buscar siempre el propio éxito, los propios bienes, sin pensar en el Señor, sin pensar en la familia».

«Estas dos preguntas: ¿cómo es mi relación con Dios, cómo es mi relación con la familia? Y uno puede ganar todo, pero al final, convertirse en un fracasado. Ha fracasado. Esa vida es un fracaso. ‘Pero no, le han hecho un monumento, le han pintado un cuadro… pero has fracasado: no has sabido elegir bien entre la vida y la muerte”.

Fuente: Radio Vaticano, María Fernanda Bernasconi

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