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Ante la tragedia de decenas de miles de prófugos que huyen de la muerte por la guerra y el hambre y están en camino hacia una esperanza de vida, el Evangelio nos llama a ser ‘prójimos’ de los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta. No sólo a decir ‘¡ánimo, paciencia!’… La esperanza es combativa, con la tenacidad de quien va hacia una meta segura.

Por lo tanto, en proximidad del Jubileo de la Misericordia, dirijo un llamamiento a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa para que expresen lo concreto del Evangelio y acojan a una familia de prófugos. Un gesto concreto en preparación del Año Santo.

Cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa hospede a una familia, empezando por mi diócesis de Roma.

Cada parroquia, cada comunidad religiosa, cada monasterio, cada santuario de Europa hospede a una familia, empezando por mi diócesis de Roma.

Me dirijo a mis hermanos Obispos de Europa, verdaderos pastores, para que en sus diócesis sostengan este llamamiento mío, recordando que la Misericordia es el segundo nombre del Amor:  “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25.40)

También las dos parroquias del Vaticano acogerán en estos días a dos familias de prófugos» (CdM – RV)

radiovaticana.va

 

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