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Cortazar

“Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande” (Julio Cortázar, «Casa Tomada» 1951)

Casa Tomada I.- ¿Han leído el cuento de Cortázar? No importa, ya les vamos a contar. Lo que pasa es que en La Casa Grande nos gusta leer, y por eso se llama así esta nota que, para no cansar, va en tres partes. El caso es que se tomaron nuestra Casa Grande. Digamos que nos tomaron por sorpresa: la Negrita y yo estábamos celebrando los seis meses de salir al aire, cuando apareció… Apareció un nutridor grupo de gente joven, compuesto por Eider, Francisco y Richard (ya van a ver por qué digo «nutridor» y no «nutrido»). Querían hablar, querían decírnoslo todo. Al principio, como en el cuento de Cortázar, fueron despacio, digamos que desacelerados o, mejor, tímidos. Pero poco a poco se fueron soltando.

Casa Tomada II.- Los temas fueron brotando solitos, como los ruidos en la casa de Irene y su hermano (hablamos del cuento de Cortázar, de donde hemos plagiado/tomaprestado el título de esta nota). El testimonio de Gabriel Ayala, un joven de Chilibulo que forma parte del grupo juvenil (vale la redundancia) “Aprendiendo a Aprender”, cuenta que su padre se fue a España hace 12 años; lo vio por última vez hace 6 y ya no confía en él.

A Gabriel le hace falta tener con quién hablar de hombre a hombre, pero reconoce con sincera alegría que el grupo juvenil le ha abierto sus puertas, lo ha acogido y, sobre todo, le hace sentir útil, al trabajar con niñas y niños en títeres y otras actividades creativas. (El grupo es coordinado por V. Alexandra Morejón, de la Pastoral de Movilidad Humana Quito).

Eider opina, Francisco y Richard también. Comprenden el vacío que dejó el padre de Gabriel al migrar. Comentan que hay una relación directa entre la falta de afecto familiar y los problemas juveniles actuales más serios: la depresión está de moda en la juventud; también está acosada por el alcohol, las drogas, el sexo irresponsable –embarazos precoces, enfermedades graves–, la trata de personas, bajo rendimiento escolar, relaciones conflictivas con la autoridad e, incluso, el suicidio.

La Negrita y yo no hacemos más que escuchar. No son ruidos, como en el cuento: son voces juveniles, llenas de sinceridad, de urgencia, de fondo, de razón, de inquietud, de temor, de ñeque. Voces que, como en el cuento, van tomándose su espacio, van desplazando al silencio, van llenando un absurdo vacío. Voces que necesitan ser escuchadas, porque están cansadas de gritar angustias y más bien requieren de oídos atentos y solidarios.

¿Cuál es el papel del adulto, cuando comprende que el joven clama por decir su verdad? La Negrita y yo les preguntamos: ¿Qué quieren? Y la respuesta fue unánime: Eider, la joven post-adolescente de Madrid que viene a América, Francisco, el joven que estudia Desarrollo Personal y Richard, también joven, que canta sus canciones y ayuda a comprenderse a sí mismas/os a mucha gente joven que va a sus talleres, los tres, responden con una sola palabra: LIBERTAD. ¡Queremos ser libres!

¿Será que nosotras/os, las personas adultas, hemos coartado la libertad de nuestra juventud? ¿Nos habremos tomado sus vidas? ¿O más bien será un sistema obscuro, invisible y fantasmal –como en el cuento de Julio Cortázar– el que impone cadenas y mordazas al espíritu juvenil de esta chica y de estos dos guambras? En el último episodio de esta saga daremos punto final al misterio que entraña esta doble toma (la de La Casa Grande y la del cuento de Irene y su hermano, personajes de Julio, el gran Cronopio).

Casa Tomada III.- Y, de pronto, apreció el bullying. tema desconocido para nosotros (hablo de la Negrita, el Willi y yo, tres adultos al fin y al cabo), pero común y familiar a ellos tres. Bullyin cibernético. Nos cuentan que una chica se suicidó por esta razón. Bullying es hostigamiento, persecución, matonaje, acoso. Y cibernético, pues persecución por la red, por el facebook, por el correo, por las redes sociales.

Es evidente la contradicción: la soledad te lleva a apegarte a las “relaciones virtuales”, en la red, pero la red también se vuelve en tu contra y te acosa, hasta asfixiarte y llevarte a lo que hizo la chica: suicidarse. En el cuento de Cortázar, el acoso es sutil y permanente: primero, ruidos en la habitación de los chécheres; luego, ruidos en la pieza de la abuela; más y más ruidos en la sala y el comedor; después, ruidos en el baño y la cocina. Irene y su hermano tienen que tomar una decisión: quienes los acosan… están ya sobre ellos dos.

La toma de La Casa Grade por parte de Eider, Richard y Francisco nos ha nutrido. Nos ha enseñado que en esta Casa tiene que haber un espacio propio para nuestra juventud. La toma fue total: el próximo programa será de ellas/os, de la juventud: escrito, dirigido y presentado por nuestra juventud, la que nos apoya con su voluntariado, con su trabajo, con su ejemplo. Y, a diferencia del cuento de Cortázar, en esta toma no cabe ninguna duda: no son fantasmas quienes se han tomado nuestra Casa Grande: son jóvenes de hoy, de piel urgente y mente nueva, que piden pista, que quieren volar, que quieren ser responsablemente libres. El sábado 13 de este mes, la JUVENTUD estará en su casa, en La Casa Grande; y la Negrita y yo estaremos felices de recibirlos y aprender con ella. ¡Que se tomen otra vez nuestra gran Casa! ¡BIENVENIDAS, BIENVENIDOS!

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