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Por segunda ocasión, abrimos los micrófonos de La Casa Grande a los chicos del Colegio San Gabriel, quienes se han organizado en un grupo al que han llamado FAS (Formación en Acción Social). Con más de 60 voluntarios, que se reparten el trabajo en cuatro frentes, estos jóvenes dan muestra de lo que es el voluntariado, la labor de acompañar y dar alegría a quienes menos tienen, asumiendo el compromiso cristiano de amar al prójimo. En nuestro programa participaron cuatro estudiantes de 1º de bachillerato: Iván Terán (“Bracho”), Diego Ramírez (“Gato”), Pablo Ronquillo y Andrés Salgado.

Los cuatro frentes a los que nos referimos son: “Casa Victoria”, en el centro histórico de Quito, en donde dan alegría y afecto a más de 60 niñas y niños; el albergue San Juan de Dios, un lugar en donde los adultos mayores reciben atención y compañía. El tercer frente se reparte entre el Hospital Eugenio Espejo y la Universidad de Los Hemisferios: ambas instituciones ayudan a niñas y niños con cáncer. El último frente es coyuntural, y se ubica en la comunidad Manuel Lasso Pull, cerca del cantón Guamote, a más de 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar.

“Casa Victoria es el primer proyecto con que inició FAS su trabajo de voluntariado. El apoyo de los chicos consiste en ayudar en los deberes, enseñar valores y darles recreación en las tardes. Las y los niños que van a Casa Victoria pertenecen al sector, son hijas e hijos de personas que trabajan en los mercados. Muchos de ellos y ellas han sufrido maltrato y violencia intrafamiliar. Nosotros, en nuestras visitas, les damos afecto, cariño y alegría”, precisa Eduardo Barahona, quien coordina el trabajo de FAS desde hace ya dos años.

“Me gusta la labor social, sobre todo con los niños: enseñarles a pescar, no a darles peces. Hay una carga afectiva importante, que es la que nos mueve a trabajar con Casa Victoria. Ya llevo año y medio trabajando allí. Más que profesores, somos sus amigos”, expresa Pablo Ronquillo.

Andrés Salgado dice: “Uno, al comienzo, llega a Casa Victoria con la idea de que uno va allí con la expectativa de ayudar. Pero te llevas una gran sorpresa  cuándo te das cuenta de lo que recibe uno, cómo te llena esta experiencia, y terminas recibiendo más de lo que entregas, aprendiendo de estos niños la humildad y el cariño sincero”.

“Es una actividad a la que le he ganado mucho cariño, porque cada vez que vas, los niños te quieren más, te dan más confianza, y nos volvemos sus panas del alma, sus amigos. Para que tengan un buen futuro, estos niños necesitan valores, y ese es nuestro apoyo a la causa: que estos niños sean buenos ciudadanos y no caigan en la delincuencia”, nos cuenta Diego Ramírez.

Iván Terán explica qué son las estaciones en Casa Victoria: “Una estación es dedicada a la computación: allí aprenden el manejo de la computadora, del Word, del Excel, y programas sencillos en la red. Otra de las estaciones es la biblioteca, en donde se les promociona la lectura y se les incentiva a leer. Después sigue la estación de juegos, que es la que más les atrae. Donde más nos enfocamos en el voluntariado es en deberes: para nosotros es lindo recordar cosas que ya habíamos olvidado. No les hacemos los deberes, los encaminamos y dejamos que ellas y ellos sean quienes hagan sus tareas, formando en ellas y ellos el sentido de la responsabilidad”.

En una entrevista realizada por otro de los chicos del San Gabriel (Alexis, que nos acompañó en un programa anterior), una niña y dos niños cuentan cómo ven el voluntariado. A Neicer le encanta jugar, pasar por las estaciones y encontrarse con sus panas. A Génesis también le encanta jugar, y Dúver, que parece un comunicador profesional cuanto toma el micrófono, dice que desde hace tres años viene a Casa Victoria a “… estudiar y a que Mama Alicia les ayude a hacer tareas y todo” Su testimonio mezcla la gratitud a los voluntarios y la alegría que les genera su presencia. Sin lugar a dudas, jugar es lo que más les gusta, pero ya son conscientes de que los deberes también cuentan.

Irene es quien administra Casa Victoria: “Lo que más admira del trabajo voluntario de los chicos del San Gabriel es su amor; no les importa cuántos niños vengan, ellos están siempre listos a prestar su ayuda. También  nos han apoyado con juguetes, ropa, comida y alimentos no perecibles; sus padres y madres también aportan a mejorar la vida de las niñas y niños de Casa Victoria. A mí me toca el corazón el trabajo de estos chicos, aún niños, labor que se convierte en un ejemplo. Gracias de corazón, estos niños se lo agradecen y mi Dios también”

Si estuchas todo el programa, podrás aprender mucho de lo que es la generosidad, el voluntariado y la fe. El trabajo con los niños que sufren de cáncer se convierte en un testimonio aleccionador. Uno de los chicos voluntarios encontró entre estos niños a su alma gemela. Hoy son grandes amigos. Para nosotras y nosotros, personas adultas, estas experiencias son realmente ejemplares. Por esta razón los invitamos al programa: para que su ejemplo se riegue y contagie a otros jóvenes que pueden hacer también un aporte de corazón a quienes menos tienen.

Hoy tuvimos una Casa Grande joven, alegre, voluntaria, que nos llena de esperanza y de confianza en una generación que poco conocemos y a la que muy poco espacio le damos para visualizar su noble labor. Gracias a estos chicos, gracias a Eduardo, gracias a Dios por alumbrar estas vidas.

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