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Librero.

Librero.

A propósito del Día Internacional del Libro, vale la pena reflexionar un poco sobre este objeto, tal vez el invento humano más trascendente de la historia. Tuvimos que esperar hasta 1996 para que la UNESCO declarara el Día Internacional del Libro: la justicia tarda pero llega. ¿Qué sería de la humanidad sin el Libro? ¿Es el Libro otra especie en peligro de extinción?

En 1953, el escritor estadounidense Ray Bradbury lanzó al mundo una novela que, gracias a la película, no pasó desapercibida: Fahrenheit 451. Este es el grado de temperatura a la que arden los libros. La quema de libros se remonta al nacimiento de ellos mismos. Parece que los libros nacieron para el fuego, sobre todo para avivar la hoguera imprescindible del fuego del espíritu. En esta novela, leer era un delito. El régimen totalitario veía en el Libro al enemigo número uno del poder, porque generaba criterio, discernimiento, capacidad para disentir. Por esta razón, los quemaban.

¿Cuánto ha influido el Libro en la historia? Desde las Sagradas Escrituras, y pasando por otros libros sagrados como el Corán, el Popol Vuh, el Bagavad-guitá, el I Ching, la Torá y el Tao Te King, llegamos a la literatura propiamente dicha, en donde hay tantos libros para nombrar, que nos contentamos con citar la maravillosa sabiduría de Don Quijote de la Mancha. Otros libros, de contenidos bastante diferentes al literario, también han sido motores de cambio y han aglutinado fuerzas sociales que cambiaron la historia humana a través de los siglos.

Pero seamos realistas: cada vez se lee menos. Es inexplicable que, en un mundo marcadamente hedonista y entregado ciegamente a los placeres, se olvide uno de ellos, un placer difícil de dimensionar: el placer de leer. Añadamos al placer de leer algo muy cierto: leer es la forma ideal para formar el pensamiento: análisis, síntesis, inducción, deducción y otros actos intelectivos de primer orden se desarrollan óptimamente a través de la Lectura. Y no olvidemos que las  buenas lecturas son el alimento más idóneo para el alma.

¿Cómo evitar que el Libro y la lectura caigan en el olvido, reemplazados por las tecnologías de información y comunicación que ganan cada vez más terrero? ¡Formando lectoras y lectores! Desde la niñez, desde el vientre si es posible. Necesitamos promover la lectura en la familia, en la escuela y el colegio. Cambiar las prácticas lectoras obsoletas que hoy se emplean en la educación formal por actos lectores lúdicos, abiertos, participativos, comunitarios. Que la lectura sea el eje vertebral de un currículo pertinente. Y, sobre todo, no olvidar nunca que la lectura es un acto formativo por excelencia, y tal vez el más sano de los placeres: un exquisito placer para el espíritu y la mente.

¡Volvamos a leer! Demos ejemplo a nuestras hijas, hijos y a nuestros estudiantes. Urge un plan nacional de lectura, no sólo en las instituciones educativas, sino en la comunidad en general. Retomemos el libro como fuente de conocimiento y de placer. Aprendamos de otros países, en donde es el Estado el que impulsa la lectura. Pero sobre todo, leamos nosotras y nosotros, pues es con el ejemplo como mejor podremos formar lectoras y lectores en nuestra niñez y juventud. Que esta herencia milenaria y sabia no se pierda, que este gran tesoro humano no caiga nunca en el olvido.

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