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Ecuador afronta una fuerte oleada migratoria, miles de personas -en este mismo momento- salen de Venezuela en búsqueda de mejores condiciones de vida. La crisis social, económica y política de se vive allá ha dejado de ser un problema exclusivo del país caribeño y ha devenido en un quebradero de cabeza para toda la región.

Los venezolanos que siguen la ruta hacia el sur a países como Ecuador, Perú, Colombia, Argentina, Chile- recorren más de 1000 kilómetros que separan la frontera con Venezuela de la ecuatoriana en autobús.
El Área de Movilidad Humana de Cáritas Ecuador, tiene una gran responsabilidad frente a esta realidad.

Rómulo Revilla de 25 años es uno de los miles de venezolanos que huyen de la crisis social y económica de su país y que buscan una vida mejor en las naciones vecinas.

«Yo llegué al Tena donde me recibieron unas tías y conseguí un trabajo en un restaurante, vine hace dos meses al Ecuador, yo salí de mi país un lunes 29 de abril, cruce por Cúcuta, por trocha hasta llegar a la Hormiga, gracias a Dios hasta ahora me ha ido bien no he recibido tratos xenófobos como a otros compatriotas».

En Ecuador, la colonia de migrantes más grande es la venezolana, con unas 300.000 personas de las cuales casi 40.000 ingresaron entre enero – mayo de este año, según cifras oficiales de OIM.

Sentado en una de las mesas de un negocio de comida, ahí estaba Rómulo, con una mirada positiva, cuenta que su anhelo es salir adelante y ayudar a su familia. «Semanalmente ayudo a mi familia, mando un poco de dinero, para que de alguna manera puedan sobrevivir y apoyarse en la semana».

Familia venezolana en la casa de acogida Buen Samaritano, ubicada en Quito.

Además de los problemas generados por la hiperinflación, los venezolanos conviven con una severa escasez de bienes básicos, medicamentos y combustible que ha sumido a Venezuela en la mayor crisis económica de las últimas décadas.

«Yo empecé trabajando por el día de las madres lavando platos, primera vez en mi vida que lavo tantos», añadió.
A pesar de la difícil realidad que les toca asumir, siempre miran su futuro con optimismo y con la esperanza que vendrán mejores días, «la vida es un subí y baja», señala.

Rómulo recalca que el recurrir a la lástima como lo han hecho sus compatriotas para obtener un beneficio en este caso dinero, es un acto de precariedad que no lo deberían hacer, «el trabajo honra al hombre yo prefiero lavar platos o limpiar, que estar pidiendo dinero en la calle».

A pesar de que él cuenta con una profesión, no le importa trabajar en lo que sea con tal de ayudar a su familia en Venezuela. Es un joven que tiene muchos sueños y ganas de superarse, se dio cuenta que en su país ya no es posible y por eso decidió migrar.

Según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), cuatro millones de venezolanos, casi 15 % de la población, han abandonado el país desde 2015.

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