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El 20 de junio de cada año se conmemora el Día Mundial del Refugiado y que las Naciones Unidas lo designó para honrar a las personas refugiadas y desplazadas de todo el mundo. Cada año se enaltece la fuerza y coraje de las personas que se han visto obligadas a abandonar su hogar para escapar de conflictos o persecuciones.

Este año Caritas Internationalis “levanta su voz y expresa preocupación por la falta de solidaridad internacional para acoger a los refugiados y solicitantes de asilo sin discriminación. Los pedidos de seguridad y de una vida digna para los refugiados han sido en gran medida desoídos”.

En los primeros meses de 2022, más de 100 millones de personas se vieron obligadas a desplazarse en todo el mundo debido a la persecución, los conflictos, la violencia o las violaciones de los derechos humanos y las catástrofes climáticas, registrando los niveles de desplazamiento más altos jamás observados.

Los motivos por los cuales las personas les toca soportar el desarraigo de su tierra, son muy diversos y a veces complejos, en algunos casos se ven obligados a abandonar su país para escapar de abusos contra los derechos humanos como la tortura, la persecución los conflictos armados e incluso la muerte. Van en busca de refugio para salvar no solo su vida sino también la de los suyos.

Desde el eje de movilidad humana de Cáritas Cuenca, en los últimos meses han acogido a familias colombianas en situación de refugio brindando ayuda humanitaria integral, indica Vilma Gavilanes, técnica de Cáritas Cuenca, quien enfatiza que “se requiere unir esfuerzos para dar una respuesta conjunta a esta problemática de la movilidad humana como es el refugio que es complejo porque es una migración forzadas obligada por conflictos armados y otros elementos”.

Una de esas personas refugiadas, que ha enfrentado y vivido desplazamiento es Humberto, quien llego a Ecuador en el año 2010 con su esposa e hijo. El grupo familiar llego de Colombia luego de haber experimentado una serie de situaciones de desplazamiento que les tocó vivir en varias ciudades colombianas.

Cuando arribaron al país, se asentaron en la provincia de Loja, la vida de esta familia hasta el momento transcurre de manera tranquila desde hace 12 años. Humberto comenta que “durante el primer año nos instalamos en una finca donde compartimos nuestra experiencia de agricultura orgánica en un barrio de Malacatos. Ahora ejerzo la docencia en una institución educativa, mientras que mi esposa ha realizado varias actividades independientes. Al principio cuando llegamos, mi esposa trabajo en una ONG en la prevención prenatal de discapacidades en bebés por nacer, con un estudio que hicimos con la facultad de Medicina de la Universidad Central. En ese sentido hemos tenido bastante constancia y permanentemente estamos con trabajo. Nosotros estudiamos terapias alternativas, estamos certificados por el ministerio, tenemos los estudios y los permisos en regla y ella se desempeña en las terapias para el bienestar de la salud”.

Humberto nos compartió una carta que escribió cuando salió de Colombia en el año 2009:

“En tiempos de guerra a donde van nuestras palabras, nuestros gestos, nuestras acciones, que aire respiran nuestros hijos, que mutilado por venir acompaña sus primeros pasos, de nuestra casa mutilaron la mesas donde compartíamos el pan, arrancaron la voz y los juegos de nuestro hijo de sus anchos corredores. Destrozaron la ternura de sus gestos con los que cuidaba a sus conejos, desollaron el humo que salía de la cocina donde preparábamos los alimentos que habíamos cultivado, destrozaron el follaje de los sueños donde se posaba la mañana para saludar al sol a través de nuestras ventanas.

Allá quedaron las semillas que Carmenza germinaba con la bondad generosa de sus cotidianas esperanzas.  El germinador construido por nosotros mismos con tanto esfuerzo ya habrá sido invadido por la hierba. De esta manera es que hemos aprendido que en tiempos de guerra nuestra vida cotidiana es el primer asesinado”.

“Construir el futuro con los migrantes y los refugiados significa reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación”. Papa Francisco

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